


– «Maestro, ¿qué debo hacer para no quedarme molesto?. Algunas personas hablan demasiado, otras son ignorantes. Algunas son indiferentes. Siento odio por aquellas que son mentirosas y sufro con aquellas que calumnian.»
– «¡Pues, vive como las flores!», advirtió el maestro.
– «Y… ¿cómo es vivir como las flores?», preguntó el discípulo.
– «Pon atención a esas flores», continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el jardín.
– «Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos.»
– «Es justo angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los vicios de los demás te incomoden. Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos. Y si no son tuyos, no hay motivo para molestarse… Ejercita pues, la virtud de rechazar todo el mal que viene desde afuera y perfuma la vida de los demás haciendo el bien.»
«Esto, es vivir como las flores»
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A un niño, mejor que decirle lo que debe hacer es mostrarle lo que haces.
Un caballo estaba amarrado y se jaloneaba para soltarse,, y vino un demonio y lo soltó.
El caballo se metió a la finca de unos campesinos y comenzó a comerse la siembra… el dueño de la finca tomo su rifle y mató al caballo.
Entonces el dueño del caballo tomó su rifle, y mató a dueño de la finca.
La mujer del dueño de la finca, mató al dueño del caballo.
Entonces el hijo del dueño del caballo, mató a la MUJER.
Los vecinos enardecidos, mataron al muchacho y quemaron su casa.
Entonces le preguntaron al demonio:
¿Por qué hiciste a todos eso?…
el demonio respondió.. yo solo solté al caballo.
MORALEJA…
El diablo hace cosas simples, porque sabe que la maldad esta en nuestros corazones y solitos hacemos el resto.
Por eso es bueno pensar antes de actuar.
No sea que una cosa sin importancia cause mucho daño.
Recuerden la lengua tiene poder, para dar VIDA y para dar muerte. Para BENDECIR y para maldecir.
En el fondo de un viejo estanque vivía un grupo de larvas que no comprendían por qué cuando alguna de ellas ascendía por los largos tallos de lirio hasta la superficie del agua, nunca más volvía a descender donde ellas estaban.
Se prometieron una a otra, que la próxima de ellas que subiera hasta la superficie, volvería para decirles a las demás lo que le había ocurrido.
Poco después, una de dichas larvas sintió un deseo irresistible de ascender hasta la superficie. Comenzó a caminar hacia arriba por uno de los finos tallos verticales y cuando finalmente estuvo fuera, se puso a descansar sobre una hoja de lirio. Entonces experimentó una transformación magnifica que la convirtió en una hermosa libélula con unas alas bellísimas. Trató de cumplir su promesa, pero fue en vano. Volando de un extremo al otro de la charca podía ver a sus amigas sobre el fondo. Entonces comprendió que incluso si ellas a su vez hubieran podido verla, nunca habrían reconocido en esta criatura radiante a una de sus compañeras.
El hecho de que después de esa transformación que llamamos muerte no podamos ver a nuestros amigos ni comunicarnos con ellos no significa que hayan dejado de existir.
Walter Dudley Cavert ~
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En ciertos lugares del mundo, existen playas que después que baja la marea, quedan cubiertas por millones de estrellitas de mar, totalmente indefensas, ya q todavía no han desarrollado su caparazón. Su delicada piel no soporta el calor del sol y terminan muriendo.Un día, caminando por la playa, reparé en un niño que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez…Tan pronto como me aproximé, me di cuenta de que el niño recogía a las frágiles estrellitas de mar y una a una las arrojaba de nuevo al mar.Intrigado, le pregunté porqué estaba haciendo eso y me respondió:– Estoy devolviendo estas estrellas de mar al agua. Como puede ver, la marea es baja y si no las arrojo rápido, morirán aquí deshidratadas.-Entiendo, le dije, pero debe haber millones de estrellitas de mar sobre la playa y nunca podrías devolverlas a todas. ¡Son demasiadas! Quizás no te hayas dado cuenta de que esto mismo sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa, ¿acaso no estás haciendo algo que no tiene sentido?El niño sonrió, se inclinó, tomó una estrellita de mar y mientras la lanzaba de vuelta al mar me respondió:– Para ésta sí tuvo sentido… para ésta y ésta también.Sonreí, me incliné, tomé una estrella de mar, mientras decía «y para ésta… y ésta…»Otras personas que estaban observando y escuchando lo que sucedía, tomaron la misma actitud. En un momento éramos cientos. Se podía escuchar desde lejos un coro que decía: «Y para ésta… y ésta…»
Al alejarnos de la tabaquería, mi amigo hizo una cuidadosa clasificación de su dinero; en el bolsillo izquierdo deslizó pequeñas monedas de oro; en el derecho, moneditas de plata; en el bolsillo izquierdo de su pantalón, un montón de centavos y por fin, en el derecho, una moneda de plata de dos francos que había examinado cuidadosamente «¡Singular y minucioso reparto!» me dije a mí mismo.
Nos encontramos con un pobre que nos tendió temblando su boina.
No conozco nada más inquietante que la muda elocuencia de los ojos suplicantes, que para el hombre sensible que puede leer en ellos, contienen tanto humildad como reproches. Algo parecido a esta profundidad de complejo sentimiento hay en los ojos llorosos de los perros fustigados.
La limosna de mi amigo fue mucho mayor que la mía y le dije: «Tiene razón; después del placer de sersorprendido, no hay nada como dar una sorpresa – Era la moneda falsa.», me contestó tranquilamente, como justificando su prodigalidad.
En mi miserable cerebro, siempre ocupado en descubrir dificultades inexistentes (¡qué cansadora facultad me otorgó la naturaleza!), surgió de pronto la idea de que semejante conducta sólo era comprensible en tanto deseo de crear un acontecimiento en la vida del pobre diablo, tal vez incluso de conocer las posibles consecuencias, funestas o no, que pudiera engendrar una moneda falsa en la mano de un mendigo. ¿Podía tal vez multiplicarse en monedas verdaderas? ¿o acaso llevarlo a prisión? Supongamos un tabernero, un panadero: ¿podría hacerlo detener por falsificador o distribuidor de moneda falsa? Pero también, la moneda falsa podría ser, en el caso de un pequeño y pobre especulador, la semilla de una rápida fortuna.
Mi fantasía seguía su curso, prestando alas al espíritu de mi amigo y obteniendo las deducciones posibles de todas las hipótesis posibles.
Bruscamente él interrumpió mi ensueño retomando mis propias palabras: «Sí, tiene razón; no hay placer más dulce que sorprender a un hombre dándole más de lo que espera.»
Lo miré al fondo de los ojos y me espantó ver en sus ojos el brillo de un candor irrefutable. Entonces vi claramente que había querido hacer caridad y buen negocio a la vez; ganar cuarenta sueldos y el corazón de Dios; llegar económicamente al paraíso; obtener gratis la medalla de hombre caritativo. Le hubiera casi perdonado el deseo de goce criminal de que lo suponía capaz hace un instante; me había parecido curioso, singular, que se divirtiera comprometiendo a un pobre: pero jamás le perdonaría la inepcia de su cálculo. Nunca hay excusas para ser malvado, pero tiene cierto mérito reconocerse como tal: el más irreparable de los vicios es hacer mal por estupidez.
Es el número 28 de los «Pequeños poemas en prosa» o también conocido como «Spleen de París» de un siempre irreverente Charles Baudelaire, fueron publicados en 1869 de manera póstuma dos años después de la muerte del autor y es sin duda, un libro muy recomendable por su rupturismo y su influencia a los autores del simbolismo.
Un grupo de leñadores estaba cortando árboles en un bosque, diariamente, sin parar. Cada jornada ellos se levantaba antes y se acostaban mas tarde y, sin embargo, cada vez cortaban menos árboles. Asumieron que su falta de eficacia se debía a que sin duda a medida que avanzaban en el interior del bosque los árboles por alguna razón desconocida adquirían una mayor dureza. Solo uno entre ellos cortaba más árboles que nadie, a pesar de que ni era el que se acostaba mas tarde ni el que se levantaba más temprano.
Además, para mayor sorpresa de todos, todos los días desaparecía durante media hora. Entre sus compañeros circulaban todo tipo de teorías, desde que tenía suerte porque le tocaban los árboles más blandos, hasta que era más fuerte de lo que parecía. Al final uno de ellos, en lugar de seguir haciendo juicios, decidió hacerle una pregunta para averiguar en qué invertía el tiempo en el que se ausentaba. La respuesta de tan evidente que era, había sido obviada:
– Durante ese tiempo me dedico a afilar mi hacha.
Pararnos para recuperar fuerzas no es un gasto de tiempo, sino una extraordinaria inversión. Cuando nuestro cerebro entra en un periodo de recuperación, las ondas rápidas que se registran por medio del electroencefalograma se vuelven más lentas y ese ritmo lento llamado alfa está asociado a la recuperación tanto mental como física.
Fuente: Vivir es un asunto urgente. Mario Alonso Puig ~
El burro le dijo al tigre:
– «El pasto es azul».
El tigre respondió:
– «No, el pasto es verde».
La discusión se calentó, y los dos decidieron someterlo a un arbitraje, y para ello concurrieron ante el león, el Rey de la Selva.
Ya antes de llegar al claro del bosque, donde el león estaba sentado en su trono, el burro empezó a gritar:
– «Su Alteza, ¿es cierto que el pasto es azul?».
El león respondió:
– «Cierto, el pasto es azul».
El burro se apresuró y continuó:
– «El tigre no está de acuerdo conmigo y me contradice y molesta, por favor, castígalo».
El rey entonces declaró:
– «El tigre será castigado con 5 años de silencio».
El burro saltó alegremente y siguió su camino, contento y repitiendo:
– “El pasto es azul”…
El tigre aceptó su castigo, pero antes le preguntó al león:
– «Su Majestad, ¿por qué me ha castigado?, después de todo, el pasto es verde».
El león respondió:
– «De hecho, el pasto es verde».
El tigre preguntó:
– «Entonces, ¿por qué me castigas?».
El león respondió:
– «Eso no tiene nada que ver con la pregunta de si el pasto es azul o verde. El castigo se debe a que no es posible que una criatura valiente e inteligente como tú pierda tiempo discutiendo con un burro, y encima venga a molestarme a mí con esa pregunta».
La peor pérdida de tiempo es discutir con el necio y fanático al que no le importa la verdad o la realidad, sino sólo la victoria de sus creencias e ilusiones. Jamás pierdas tiempo en discusiones que no tienen sentido… Hay personas que por muchas evidencias y pruebas que les presentemos, no están en la capacidad de comprender, y otras están cegadas por el ego, el odio y el resentimiento, y lo único que desean es tener la razón aunque no la tengan.
Cuando la ignorancia grita, la inteligencia calla. Tu paz y tranquilidad valen más.
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EL TAMAÑO DE TU DRAMA, ES PROPORCIONAL AL TAMAÑO DE TU EGO. Louise Hay y Wayne Dyer ~